setecientos treinta días

y nos vamos a remontar hace exactamente dos años atrás. era el último día de clases, y en la calle bolívar al 200 se olía la mezcla de pintura, huevo y harina que suele frecuentar en estas épocas, nosotras terminábamos cuarto año, el peor, el infinito, y no había una mejor manera de festejarlo. a la noche me puse el vestido de espirales rojo, negro y naranja y todos íbamos a una fiesta. de ahí hasta hoy, todo fue vaivén, ajetreo, calma, vértigo. fuiste la primera persona a la cual me sentí atraída, existía entre nosotros una química que, esporádicamente, duele. duele por todo lo que pasó, en todo lo manoseado y contaminado que esto estuvo. no estoy enamorada de vos, pero a veces trato de convencerme de que lo estoy, y me acuerdo, pienso en todo lo que no sé de tu vida, y en lo lindo que podría haber sido, y que no fue. igual, ya no lo siento de manera tortuosa sino más bien melancólica. es que pasó el tiempo. y pasó muy rápido y se llevó mucho de lo que sentía y te dije, y mucho de lo que sentía y no te pude decir. es raro verte y no sentir el latir disparado, pero es una sensación que disfruto, y me hace acordar a los primeros tiempos de amistad. pero hoy quiero evocar a esa chica turbulenta de dieciséis años, y con eso te evoco a vos, y te escribo esto que no vas a leer pero que igualmente te lo debía. gracias.